O también, que un día Jesucristo llegase en su barca a la región de los gerasenos, encontrase allí a un pobre loco endemoniado, le sacase los demonios y los obligase a meterse a una piara de dos mil cerdos, no significa en absoluto que Él no tuviera en cuenta los legítimos derechos de los propietarios de los cerdos. De ninguna manera. La propiedad es un derecho natural, y Jesucristo no iba a anular este principio eterno sólo por salvar a un pobre diablo, retrasado mental, y además bueno para nada. Lo que ocurrió, seguramente, fue que Jesucristo planeaba liberar primero al loco para después ocuparse de los cerdos. Pero no contó con que los éstos enloquecerían y se arrojarían al precipio, ahogándose todos en el mar. De tal modo que cuando, avisados de lo acontecido por los porqueros, llegaron los propietarios a reclamar sus derechos, es de suponerse que Jesucristo tenía ya muy bien estructurado un plan de indemnización. Pero comprendiendo los propietarios que el pobre era insolvente, le pidieron que se fuera, cosa que aprovechó Jesucristo para subirse a su barquito e irse lo más rápido posible. Pero de que iba muy apenado el pobre, de eso no hay la menor duda.
O también, que otro día Jesucristo multiplicara los panes y los peces y alimentara a miles de gentes, eso no significa que Él fuese comunista, menos aún precursor de Casaldáliga o Samuel Ruiz; ni quiere decir que Jesucristo apoyase la pereza improductiva o la limosna inmerecida a los incapaces. Como ya el difunto Edgar Mason nos ha hecho ver, la verdadera enseñanza de este pasaje no es que se debe dar pescados a los hombres, sino que es muchísisisisisimo mejor enseñarlos a pescar. Después de todo, no siempre va a estar allí Jesucristo para hacernos el milagro. Es muy claro, pues, que la mejor lectura de este pasaje no es la lectura literal, sino la lectura trascendental. Téngase en cuenta que el pasaje trata de un milagro, ¿verdad? Y, todavía más, de un milagro económico, ¿no? Y entonces ¿no es evidente el mensaje trascendental, como quien dice subliminal, de Jesucristo? Milagro económico… ¿no les dice eso algo? Vamos, pero si está clarísimo: ¡economía de mercado!…. ¿o me van a decir que no saben cómo hizo Pinochet el milagro?
Pero hay un pasaje que no deja la menor duda sobre la visión capitalista, librecambista y libreempresarista de Jesucristo. Es aquél donde Jesucristo en persona, sólo que ahora furioso, como loco, y con látigo en mano, provoca tremendo alboroto en las afueras del templo, insultando y llamando ladrones a los mercaderes, y de paso tumbándoles mesas, sillas, tenderetes y mercaderías. Al respecto, que no se hagan ilusiones los comunistas: Jesucristo no se opone al comercio. En realidad, es evidente que sólo se opone al ambulantaje.
¡Todos propietarios, todos empresarios!
(Humm, y si no fue Jesucristo, ¿quién fue entonces el que dijo todos hermanos? ¿Vicente Fox?)